ESPECTRAL

Antonio y Merceditas


Pues sí, en 25 años en el curro, hay historias de todo tipo, algunas que son leyendas urbanas y otras reales, con testimonios de lo más creíbles.

Hoy traigo dos que he unificado en una porque son muy parecidas. Y aun diría que en realidad son 3, pero la tercera no la quiero poner, ya que la usé como base para escribir el relato de terror "La niña de verde" [1] y no quiero ser repetitivo.


[1]


Antonio era un paciente que estuvo ingresado en UCI. Siempre decía "Cuando me ponga bueno y salga de aquí, os vendré a ver". Pobrecito, era un paciente bonachón, pero no superó su enfermedad y falleció. Desde ese día hace varios años y hasta hace poco, sucedían cosas extrañas.


En pacientes ingresados en la misma habitación donde estuvo Antonio, el monitor cardíaco en ocasiones daba errores. Revisabas las conexiones, cambiabas electrodos, etc, y nada, hasta que una compañera decía en alto "Antonio, para ya con los cablecitos" no empezaba a funcionar con normalidad, con sus ondas cardíacas y el típico "bip, bip".

Otras veces, el pulsador que había en la puerta de entrada de personal a la UCI no paraba de hacer "clack, clack, clack", y hasta que alguien no decía "Antonio, entra o sal de una vez" no paraba.

El timbre que sonaba solo, las luces que se encendían o se apagan, y mantenimiento desquiciado. Era más efectivo un "para ya Antonio" que la visita del técnico de turno.


Pero hicieron una UCI nueva no hace mucho, más moderna, situada en un espacio más grande al lado de la antigua, y esos sucesos desaparecieron.


Por otro lado, en otra planta, en la habitación 1015 pasó algo similar. Una abuela de esas que malviven solas, siempre decía "yo no quiero irme de aquí". La pobre estaba a gusto: tenía compañía, hacía 5 comidas al día y estaba limpia, así que temía el día en que su médico le diera el alta.

Pero no fue así y acabó falleciendo. Desde entonces, como viene siendo habitual, pasaban cosas.


Para empezar, la habitación estaba siempre fría, aunque tuviera la calefacción puesta, sonaba el timbre solo, se oían ruidos dentro, y lo más inquietante es que algún paciente ingresado en esa habitación, o sus familiares, al volver después hacerse alguna prueba o voler de cafetería, venían a preguntar "¿quien es esa señora que hay sentada en mi habitación?" y cuando iban con las compañeras, ya no estaba. La descripción que hacían era inconfundible: una mujer mayor con el pelo corto canoso y una bata de color granate. Mercedes, la abuela que no quería irse, conocida cariñosamente por el personal como Merceditas, por lo pequeñita que era.


Pero como parece ser la tónica en todos los casos, se mitigan con el tiempo hasta desaparecer. Ya no ocurre.




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