OPINANDO, QUE ES GERUNDINO


ANA


Ana ha sido una niña como cualquier otra, una niña curiosa que se emocionaba con las cosas nuevas. Fue creciendo y no perdió esa curiosidad. Quería saber como funcionaba todo, el por qué de todo, el cómo de todo.

En el colegio la llamaban empollona, calculín, y se metían con ella. En el instituto aún fue peor; le hacían bulling, le pegaban, la aislaron. Ana cambió de instituto, pero entonces adoptó la técnica de pasar desapercibida; no sabía responder cuando le preguntaban, suspendía algunos exámenes y sacaba notas bajas en otros. Se frustró lo que podía haber sido una carrera brillante.


Anas hay muchas. A las personas inteligentes se las denigra, empezando por sus compañeros de clase y terminando por los políticos que, en su contumaz inutilidad, obligan a las Anas a estudiar y trabajar en otros países porque aquí no hay sitio para ellas, y donde las esperan con los brazos abiertos. Son un preciado tesoro que impulsará a un país hacia el progreso en medicina, tecnología, física o astronomía.


Mientras tanto, aquí seguimos en las cavernas. Somos tan idiotas que seguimos burlándonos de las Anas, quizás porque nos recuerdan demasiado lo inútiles que somos las demás, y eso no puede ser, ya sabes, el clavo que sobresale recibe un golpe.

Nos sentiremos mejor idolatrando al cantamañanas de turno en Gran Hermano o a la penca de la Isla de los famosos. Seguiremos besando el suelo que pisan futbolistas que no tienen ni idea de cual es la capital de Marruecos o nos posicionaremos a favor de alguna fresca de 'mujeres, hombres y viceversa', y nos reiremos mucho de "La princesa del pueblo" y su incultez, porque quizá nos vemos reflejadas en ella; y que ninguna Ana venga a insinuar lo contrario con su inteligencia.



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