CRONICAS CONFIDENCIALES


► MAX EL GENOCIDA


Con su título Cum Laude en física cuantifica bajo el brazo, fue contratado para crear el sistema de navegación de la cúpula espacial Zeus II. Estos jóvenes recién licenciados salían directamente con trabajo, normalmente para el ejército o la NASA, y los cálculos para un hipotético sistema de navegación de su tesis de final de carrera no pasaron desapercibidos para nadie.

Pasó horas y horas de cálculo del sistema de navegación secuencial. Solía quedarse dormido en el laboratorio de la Universidad, donde tenía fondos ilimitados (es lo que tiene un contrato con el Estado más poderoso del mundo). Pero no todo eran rosas, también había alguna espina, y la suya era unos tiempos de entrega extremadamente cortos; es lo que tiene trabajar para el ejército, lo quieren todo para ayer, y si no lo consigues, se acabó tu carrera.


Tal era la presión que no bastaba trabajar las ocho horas de media que solían trabajar los ingenieros aeroespaciales. No, eso no bastaba, tenía que esforzarse mucho si quería terminar a tiempo y forjarse un buen renombre entre sus colegas.


Se quedó dormido encima de la montaña de papeles, diseños y folios llenos de cálculos matemáticos. Algo lo despertó súbitamente. Eran las 4:20 de la madrugada cuando un fogonazo de luz azul lo arrancó de los brazos de Morfeo. Cuando abrió los ojos vio a un hombre de pie, a unos 5 metros de él. Se sobresaltó al verlo allí parado, pero pensó que estaba soñando "tantas horas sin dormir no son buenas".

El hombre se le acercó. Era alto, de ojos claros, pero algo en él era extraño, no sabía qué, pero no era normal. Cuando estuvo a dos metros paró y le habló, pero lo hizo sin mover los labios.


"Debes detener lo que estás haciendo Max. Lo que crees que es algo para la búsqueda de nuevos planetas se convertirá en un futuro cercano en un arma, la cual abrirá la puerta a otros proyectos de descubrimiento y destrucción de vida en otros planetas."


Max no lo tomó muy en serio, pero aquel ser estaba metido en su mente por lo que supo de inmediato que Max no le iba a hacer caso. Aquel ser cubrió la distancia que lo separaba de Max a una velocidad sobrenatural y le puso la mano en la cabeza. Por la mente de Max pasó todo un seguido de imágenes de destrucción y muerte, de planetas nunca vistos, y de futuristas soldados con la bandera de los EEUU en el hombro. Aquello aterrorizó a Max. Aquel ser se separó de él y lo miró fijamente.

"deshazte de todo, no publiques tus cálculos."


Cuando Max despertó eran las siete de la mañana. "Ufff, que sueño más extraño". Le dolía la cabeza horrores, pero lo achacó al exceso de cafeína y efedrina que tomaba para mantenerse despierto. Cuando iba a salir del laboratorio para buscarse el desayuno vio las paredes, al lado de la impresora 3D, con las baldosas rotas y el yeso derretido. Una extraña sustancia azul cubría el suelo, "¿será posible?, ¿pero que mierda...?."


Su día a día cambió, dejó poco a poco de hacer cálculos para perder horas haciendo dibujos de las visiones que había tenido. Empezó a hablar a sus colegas de proyecto de lo que le había pasado. Cuando alguno lo tomaba a cachondeo, Max se ponía agresivo, por lo que empezaron a tomarlo por loco y a dejar de trabajar con él.


— ¿No lo entendéis,? acabaremos con la vida en el universo, ¡somos unos genocidas, GENOCIDAS!


No paraba de rememorar una y otra vez aquellas imágenes. Se obsesionó tanto que su estado de salud decayó, lo retiraron temporalmente del proyecto y fue ingresado en un sanatorio mental. Ese chico tenía en la cabeza el desarrollo de un tipo de algoritmos cuánticos muy valiosos y nadie más fue capaz de desarrollarlos.


Varias semanas después estaba muy recuperado. Ya no le obsesionaban aquellas imágenes. Debía de hacer algo, ¿pero qué?. Sabía que su mente era muy valiosa para el ejército; no le iban a dejar marchar tan fácilmente.

Aquella mañana le dieron el alta, y cuando bajaba por las escaleras de la sexta planta donde estuvo ingresado, un pensamiento apareció de golpe en su mente. "Sé lo que tengo que hacer."


Dejó su maleta en el suelo, se quitó la chaqueta que dobló cuidadosamente y la dejó encima de la maleta. Abrió una ventana que daba a un patio interior y se tiró de cabeza.

En el descenso apareció en su mente una visión; ese ser mirándolo fijamente, y su voz: "Gracias Max."



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