CRONICAS CONFIDENCIALES


► PIRAMIDES


-1-


Desde pequeño me han fascinado las pirámides de Egipto. Con pocos años ya seleccionaba sólo las piezas piramidales de los juegos de construcción y en la playa, en vez de hacer espléndidos castillos de arena, hacía grandes pirámides, para asombro de familiares y amigos.

Me pasaba horas calculando senos y cosenos de pirámides reales mediante trigonometría.


En el colegio sacaba buenas notas en general, mi mente, sedienta de conocimientos, siempre ha necesitado actividad, pero era especialmente sobresaliente en matemáticas. Así, cuando al resto de mis compañeros les costaba mucho calcular una integral, a mi me daban clases aparte de materias un curso superior. Fue cuando me decidí por hacer la carrera de arquitecto.


En la Universidad saqué la carrera con matrícula de honor, y ya acabada dicha carrera continué acudiendo a la facultad para continuar perfeccionando mi estilo.

Conocí a un profesor llamado Yaser Tahmaz. Era de El Faiyum, una pequeña ciudad de Egipto, cerca de Giza. Tenía 54 años y era catedrático de ciencia y tecnología cuántica. Su aspecto era el de el clásico profesor chiflado: calvo con el poco pelo que le quedaba despeinado, con gafas de pasta rotas siempre caídas en una nariz aguileña, aspecto desaliñado y muy despistado. Era muy reservado pero se lanzaba cuando se tocaba el tema de los viajes en el tiempo. Estaba convencido de que era posible viajar en el tiempo, que solo era cuestión de dar con la fórmula exacta.


Se pasaba horas y horas en su taller, hasta el punto en el que de vez en cuando el decano bajaba a llevarle algo de comer, porque si por él fuese, nunca comería, lo encontraba una pérdida de tiempo, como dormir o ducharse, por eso era conocido como un profesor excéntrico y eso hacía que no fuese muy apreciado entre sus colegas de profesión ni entre el alumnado, que lo consideraban como a un perturbado.


Estaba inmerso en un proyecto universitario sobre el estudio del misterio de la creación de las pirámides y el posible uso de aparatos tecnológicos rudimentarios, subvencionado por el rectorado, y para el que necesitaba un ayudante, así que me presenté sin dudarlo.

Debido a mi avanzado intelecto, siempre he sido el bicho raro en el colegio, entre mis pocos amigos, entre mi familia y... bueno, un bicho raro en general, por lo que cuando conocí al profesor entablé cierta amistad enseguida, aunque al principio me chocó un poco su desconcertante teoría.


Solo después de firmar los papeles del contrato, en el que había las típicas cláusulas de confidencialidad, me explicó en qué consistía realmente su proyecto. Yaser estaba convencido de que eso de las pirámides era una creación de gentes del futuro o de extraterrestres, y para demostrar ese y otros misterios trabajaba en una especie de máquina del tiempo que ocultaba de las miradas de cualquier curioso que entrase en el aula-taller.


— Mejor será que de esto no digas ni una palabra— me dijo con una mirada amenazante y enseñándome el contrato recién firmado. ¡Por Dios, si yo soy arquitecto! Lo que menos necesitaba Yaser era un arquitecto, y yo de tecnología no tenía mucha idea, más allá de montar un ordenador por piezas.

— Bah, tonterías, ya me serás útil en su momento, la taqlaq— siempre decía “la taqlaq” que más tarde supe que significaba “no te preocupes” —Todo el mundo es útil para algo, sadiqui.


Pasaron las semanas, que se convirtieron en meses, sumando años. Empecé a trabajar en un bufet de arquitectos del tío de María, una compañera de facultad con la que compartí algo más que los apuntes y que después de una corta relación, aún seguía sintiendo algo por mi.


Al principio no confiaron mucho en mis proyectos, pero poco a poco empecé a tener cierto prestigio a causa de mis edificaciones piramidales, sobre todo por mi última creación, el hotel Al Qibla en El Cairo, una pirámide de 102 metros de altura, todo una gran cristalera que permite ver el interior, al estilo de la entrada del Luvre de París. Entre tanto el profesor Yaser trabajaba incesantemente en su alocada teoría de conseguir viajar en el tiempo.


La subvención para el proyecto asignado por la Universidad se terminó y como no había avanzado nada lo cancelaron, pero al seguir como profesor de tecnología le permitieron quedarse con el aula-taller. Yo empecé a ganar mucho dinero, así que de vez en cuando ayudaba económicamente al profesor. Un día me llamó sobresaltado:


— Emilio, yallah, yallah, lo tengo, lo he conseguido, ja, ja, ja, es genial....es... fantástico. Ven lo antes posible.

— ¿Que pasa?— respondí asustado.

— He conseguido acabar la máquina del tiempo, corre, ven a la facultad.— y colgó. Al cabo de unos minutos estaba en el aula-taller, donde el Profesor pasaba interminables horas de estudio.

— Cuéntame eso de que has acabado la máquina del tiempo.

— No conseguía ajustar la energía cuántica necesaria para desmaterializar el objeto del viaje, así que con un cañón de fotones de antimateria tuve que regular la energía cuántica que...

— Resume un poco. ¿Funciona?— dije yo sin mucho interés por lo que me contaba.

— Verás, el caso es que no lo he probado con seres vivos aun, pero he conseguido enviar objetos al pasado. Desaparecen de la plataforma.


No pude reaccionar durante unos segundos. Si era verdad lo que me estaba diciendo Yaser, esto iba a ser el ingenio del siglo, qué digo del siglo, ¡de toda la historia!.


— Yaser, con todos mis respetos, ¿cómo sabes que los objetos van al pasado? Según me has dicho, has conseguido que desaparezcan, pero no sabes qué pasa con ellos, no sabes si se destruyen o...

— Vaya, veo que todo este tiempo no te ha servido para creer en mi proyecto, ma shallah.

— Mira, no es que no crea, eres brillante y aunque no entiendo mucho sobre teoría cuántica, creo que tus avances en este campo han sido muy grandes, pero entiende que tenga mis dudas.

— Mira— se fue a un rincón del aula y me trajo una hamburguesa en mal estado. —Esta hamburguesa es del mediodía. La puse en la plataforma de la máquina y fijé en el contador la fecha de hace dos semanas, el día de la inauguración de tu hotel— vaya, así que el profesor no está tan desconectado del mundo como yo creía— Ha aparecido así, podrida, llena de gusanos, ¿te convences ahora?— Yo seguía muy escéptico con el tema, el profesor podría haber manipulado la hamburguesa para justificar su éxito después de tantos años de fracasos. Me debió leer la mente.

— Ya veo, a los escépticos como tu solo les vale lo que ven, ¿verdad?


Como no me vio muy convencido, hizo una prueba delante mio. Cogió un trozo de tarta de queso que no se comió del menú de la Universidad y lo colocó en la plataforma, bajó el protector de pvc y se dirigió a la parte trasera del armatoste en que se había convertido su "máquina del tiempo".


— Mira. Desde este contador elijo la fecha, vamos a poner el 3 de Abril, hace seis días— apuntó una especie de cañón a la plataforma, situada a 7,43 metros exactos y encendió la maquina, Que empezó a zumbar, y varias lucecitas empezaron a encenderse y apagarse. Alineó una especie de cañón hacia una célula fotovoltaica situada en la base de la plataforma donde estaba la tarta y al cabo de unos segundos apretó un pulsador y se oyó un leve chasquido eléctrico que apenas duró un segundo y la tarta desapareció.

— ¿Dónde.... cómo.... pero no es posible.... donde está la tarta?— Mi mente no era capaz de aceptar lo que mis ojos acababan de presenciar. Miré a Yaser que tenía una sonrrisilla de satisfacción y autosuficiencia.

— Al hamdu lilah, ves como no eran invenciones mías, jajaja, es fantástico, es..... ¡sublime!

— Pero ¿donde está la tarta?, ¿como sabemos que la tarta ha viajado en el tiempo?

— Los occidentales siempre tan impacientes, ven—Me llevó al fondo del aula y en otra plataforma idéntica a la otra estaba la tarta, desecha y llena de moho.

— No es posible, ¿eres consciente de lo que has conseguido, de lo que esto significa?— montones de ideas bombardeaban mi cerebro, qué significaba esto y cómo cambiaría nuestras vidas, pero también qué podría pasar si esto caía en manos erróneas. Y hablando de cambios, también empecé a pensar en como nos afectaría indirectamente los posibles cambios que se efectuaran en el pasado, que irremediablemente tendrían consecuencias en el presente. Yaser pareció leerme la mente.

— Claro que sé lo que significa esto y lo que puede ocasionar en malas manos, pero también he pensado en cómo podría cambiar los conocimientos de la historia que tenemos hasta ahora y comprender muchos de los misterios históricos. Pero lo que he conseguido aquí va más allá, imagina si la segunda plataforma la situamos lejos, en otro país.... podremos enviar objetos y personas a distancia, habremos conseguido la teletransportación!!!— No había pensado en ello. Varios experimentos actuales ya han conseguido enviar partículas a varios kilómetros entre universidades mediante la física cuántica, y Yaser era un prestigioso científico especializado en física cuántica reconocido mundialmente, ¿por qué no podría Yaser haber hecho tamaño hallazgo? No sabía cómo encarar mi siguiente pregunta, así que fui directo.

— ¿Sólo has hecho pruebas con objetos, digamos, inertes?— La cara de Yaser cambió a una mueca casi de dolor.

— De momento sólo he realizado pruebas con objetos. Hay un obstáculo que aun no te he comentado Emilio, y es que de momento sólo funciona con objetos inmóviles. El acelerador funciona descomponiendo la materia y para ello hace varios barridos escaneado las partículas que lo forman y comparándolos entre si para cerciorarse de que no están en diferente posición, y si no es así se aborta el proceso. He intentado hacer las pruebas con insectos, ratones y mascotas, pero ¿cómo se le explica a un animal que se esté quieto?

— Pero en teoría debería funcionar, ¿no?

— Y en la práctica también— y puso esa cara que sólo él sabe poner de corderito que sabe que van a degollar— Emilio, debemos dar un paso más, debemos poder enviar al pasado a alguien de carne y hueso— ¿Debemos? hasta ahora siempre había usado la primera persona y ahora me incluye, no me gusta la dirección que está tomando esto.—Ahora necesito que alguien se preste voluntario para hacer un viaje al pasado de verdad.

— ¿Estás loco?, ¿quién iba a querer prestarse voluntariamente?

— Nadie debe saber lo que hemos conseguido aquí, ¿fahem?

— Si, entiendo, pero... No, no. Te veo venir y...

— ¿No te gustaría viajar al antiguo Egipto y ver cómo se hicieron las pirámides? Es el sueño de tu vida, siempre has querido desentrañar ese misterio.

— Lo que no quiero es morir en el intento.

— Oh, vamos, sadiki, la taqlaq, no va a pasar nada, tu lo has visto con tus propios ojos, no hay problema.

— Claro, y ahora vas a decirme que ni la hamburguesa ni la tarta han sufrido en el viaje, ¿verdad?

— Mira, la física cuántica permite estar en dos estados al mismo tiempo y sólo cuando se mira en qué sitio estás realmente te posicionas, ya te expliqué el teorema del gato de Schrödinger, es así de fácil, ya se han hecho pruebas satisfactorias sobre esto.

— Con partículas, no con un conjunto de varios millones de ellas.

— Mira, piénsalo, no es algo para decidir ahora. Bueno, tengo que dejarte, tengo claustro de profesores y ya llego tarde. Masá aljer.

— No tengo que pensar nada, la respuesta es no. Masá al nur.


Me fui a casa dándole vueltas al asunto. Aquello me sobresaltó de tal manera que me quedé en estado catatónico. Mi yo racional lo tenía muy claro, pero mi yo irracional tenía muchas dudas. Mi yo arquitecto empezó a dar rienda suelta a la imaginación. ¿y si Yaser tenía razón y no hay ningún problema? podría viajar hasta la época del antiguo Egipto y descubrir por mi mismo el gran secreto de la creación de las pirámides. Pero no, no, no puede ser, no iba a ser yo quien hiciera de conejillo de indias del profesor.


A la mañana siguiente fui a reafirmarme en mi intención de no ser el "sujeto de pruebas número 1", pero no encontré por ningún sitio al profesor. Pregunté a otros profesores y al rectorado, pero no supieron contestarme. Dos semanas más tarde desaparecía la máquina del tiempo del aula-taller del ala 2 del campus de tecnología de la Universidad.



-2-


Pasaron dos años y 4 meses sin noticias del profesor Yaser, y yo mientras tanto acabé de fraguar mi reputación con otra de mis obras arquitectónicas, un gran hotel de lujo, esta vez en Dubai, por encargo de un jeque que quedó impresionado con el hotel Al Qibla de Egipto.


Los éxitos me llovían, se puede decir que me convertí en un hombre de éxito al que nada le faltaba. Pero yo sentía un vacío en mi interior, la misteriosa desaparición del profesor Yaser y su peculiar proyecto del que a día de hoy aun no había tenido noticias. Pero lo que más remordimientos me provocaba era haber tenido en mi mano la posibilidad de viajar en el tiempo y no haberla aprovechado. Si esa tarde hubiera dicho que si, quizás el profesor Yaser no habría desaparecido y yo... nunca lo sabría y ahora ya era tarde.


Me levanté por mañana tarde, para variar, con el tiempo justo de darle dos bocados a un sandwich y salir pitando al bufet. Me pasé el día de reunión en reunión con una sensación extraña y cuando salí del edificio me fijé en esa persona, la misma que vi al salir de casa para coger el taxi, la misma que vi en la cafetería de enfrente del bufet a media mañana, la misma que vi de pie mirándome cuando me asomé a la ventana. Me hice el despistado y de repente corrí hacia esa persona y la empujé contra la pared. Al no esperarse mi reacción no pudo defenderse y cayó contra unos bidones de basura de un restaurante.

Me acerqué hacia él con la intención de enzarzarme en una pelea.


— ¿Quién eres, por qué llevas siguiéndome todo el día?— mi sorpresa fue mayúscula cuando debajo del gorro y las gafas de sol apareció él.

— Veo que te va muy bien, sadiki— No me lo podía creer, ¿ese hombre que desapareció sin dejar rastro aparece de golpe, muy desmejorado y de manera clandestina.? Al cabo de 40 minutos estábamos en mi casa poniéndonos al día.

— ... y ese es el motivo de mi partida, espero que lo entiendas Emilio. Debía experimentar con seres vivos y la Universidad no era el mejor sitio para hacerlo, tarde o temprano hubieran acabado por darse cuenta y eso no podía pasar.

— Me lo podrías haber dicho, yo...

— Haberte dicho qué, ¿que he tenido que sacrificar animales porque mi máquina no descomponía bien la materia viva?, ¿que una vez efectuadas con éxito las pruebas con animales empecé a hacerlas con personas?, ¿que he sacrificado humanos en mis perturbados ensayos? Sí, muchos quisieron hacerlo a cambio de un buen fajo, y otros eran escoria de la humanidad que se lo merecían, pero en todos esos casos si me hubieran descubierto me hubieran encerrado de por vida y a ti conmigo, ¿fahem? No estoy orgulloso del final de todos esos fracasos, que Allah me perdone, ni después de haber tenido éxito por fin, haber tenido que hacer desaparecer al sujeto alfa para que no hablara.— No podía creer lo que estaba oyendo, hasta donde podía llegar la locura de un hombre para conseguir sus objetivos—....as bien?, Emilio !!, ¿estás bien?

—Si, si— dije todavía con un escalofrío en el cuerpo —no te creía capaz de hacer algo así. Ahora me cuentas todo esto y me haces cómplice de todas tus locuras.

—Ni yo me creía capaz. La taqlaq, porque esta conversación nunca ha tenido lugar— Mi mente no paraba, iba como un avión supersónico, ¿había dicho....?

—Yaser, ¿has dicho que tu proyecto ha tenido éxito?

—Oooohhhh sadiki, siiiii, he perfeccionado tanto mi máquina que por fin he conseguido poder descomponer materia viva sin riesgo alguno. No puedo darte muchos detalles si no quieres oír cosas que no quieres oír— se hizo un silencio que debió durar pocos segundos pero que a mi se me antojó eterno. —¿Quieres verlo?


Sentí un escalofrío que subió por la espalda erizándome los pelos del cuerpo. Una parte de mi rechazaba esa locura, ¡por Dios, había muerto gente!, debía denunciarlo de inmediato, pero mi otra parte se moría de ganas por salir pitando hacia donde fuese que se encontrara la máquina de Yaser. Él debió leerme la mente (siempre lo hacía), porque al mirarme hizo su clásica sonrisa de medio lado y me dijo:— Coge algo de comer y vámonos.



Después de varios kilómetros por autopista y otros tantos por carreteras de pueblo semi abandonadas llegamos, ya de noche a una masía perdida Dios sabe donde, el lugar ideal para esconderse (y hacer desaparecer a gente). Entramos en la oscura masía y Yaser encendió un quinqué de petróleo que emitía una tenue luz. En la parte trasera de la masía, lo que sería el establo, se encontraba la máquina. Me quedé un buen rato mirándola sin aún creerme lo que tenía delante; la había perfeccionado mucho.


— Marhaban a mi humilde morada, no hace falta que te presente al Dr. Who.

— ¿Vamos, no me digas que le has puesto nombre a la máquina?

— Claro, no le iba a llamar máquina todo el rato, ¿acaso a ti te llaman humano?

— Muy acertado el nombre— los cachibaches y cables se habían multiplicado, ya no hubiera sido posible esconder tamaño artificio en el aula de la Universidad.

Encendió la máquina que lanzó el clásico zumbido y se empezaron a encender y apagar lucecitas por todos lados. ¡Aquella bestia debía devorar toneladas de watios de electricidad!


— Aún recuerdo lo escéptico que eres, así que te haré una demostración— cogió un ratoncito de una jaula, lo puso en la plataforma y bajó el plástico protector —ahora voy a programar la máquina para que lo envíe a esta mañana. En la plataforma dejé comida esta mañana con azul de metileno, pero como ves ahora está vacía, a mediodía la quité. Enviaré al ratón a esta mañana y luego lo traeré de vuelta. Sabrás que todo ha ido bien porque tendrá la boca azul.


Apuntó el cañón a la célula fotovoltaica y apretó el pulsador, no sin antes ofrecerme unos auriculares protectores —Ponte esto, la potencia se ha multiplicado y el chasquido del cañón es ahora muy fuerte— Tras un intenso chasquido y unos pocos segundos desapareció el ratón. Sin dar lugar a Yaser a que me dijera nada, me quité la protección acústica y fui corriendo a la segunda plataforma. Allí había un pequeño roedor que antes no estaba. Abrí la protección de pvc, cogí al animalito y le miré la boca: ¡azul!



-3-


Me hallaba sentado en la mesa mientras Yaser me servía un té de menta bien caliente. Aun no podía creer lo que había visto, mi mente no era capaz de asimilar lo que esto significaba.



— Así que es cierto, lo has conseguido. Tengo muchas preguntas que hacerte.

— Empieza, tenemos toda la noche.

— Las pruebas siempre las has hecho haciendo viajes cortos en el tiempo, días o semanas, pero ¿cómo podemos estar seguros de que funciona a mayor longitud de tiempo?

— Fácil. Uno de los enviados, al que pagué mucho dinero por cierto, tenía la misión de matar al General Prim. Así que puse la fecha a 30 de Diciembre de 1870.

— Venga hombre, ¿el General Prim?, ¿no puedes inventar algo mejor?, además, se estaba buscando que lo mataran, si no hubieras “enviado” a alguien hubiera muerto igualmente a manos de cualquiera.

— Te dejas un pequeño detalle, sadiki, el propio General sabía que algo se tramaba contra él y así se lo habían comunicado su hombre de confianza, Ricardo Muñiz, y el diputado republicano Morayta y ambos le aconsejaron que variara su itinerario habitual la misma tarde del atentado, y así lo hizo. Si no sabían su itinerario, ¿cómo alguien hubiera podido matarlo?

— ¿Te das cuenta de lo que has hecho? Has variado el curso de la historia, alteraste el futuro, que es el presente de hoy, ¡ese es exactamente el temor que teníamos sobre el asunto!.

— La taqlaq, solo era la prueba de fuego, a Prim, tarde o temprano se lo hubieran cepillado, tu mismo lo has dicho. El caso es que Dr. Who funciona.

— ¿Y que fue del “enviado”?, ¿lo dejaste en el pasado?

— Oh, no, por supuesto que no, debía probar que Dr. Who fuera capaz de traer de vuelta sano y salvo al enviado, ¿recuerdas el “sujeto alfa” del que te hablé?.

— Si, lo recuerdo, y no quiero saber más— Todo aquello me parecía vomitivo, quería salir de allí y no volver a saber nada más del asunto. Pero de nuevo, mi “yo” curioso hizo sonar su voz por encima de la de mi consciencia. Empecé a dudar, a hacerme preguntas que yo mismo me contestaba mientras Yaser ajustaba cosas en su máquina. Cuando Yaser desapareció sentí que con él desapareció también la oportunidad de poder viajar a Egipto y descubrir el gran secreto de la creación de las pirámides. Ahora se me presentaba de nuevo esa oportunidad, ¿la iba a dejar escapar otra vez?. Me convencí a mi mismo de que tenía que aprovecharla cuando noté la mano de Yaser en mi hombro.

— Dr. Who está preparada, sadiki.

— Pero como voy a.... es decir, cuando esté en el pasado como voy.....

— Tranquilo Emilio, en estos casi 2 años largos he tenido tiempo de pensar en todo. No te he contado que instalé una plataforma en Madrid para el “enviado”. Sí, he conseguido lo que yo denomino "viaje en el tiempo teletransportado". He instalado una plataforma en mi ciudad, El Faiyum, en un sitio que no existe en el pasado. Otro de los “enviados” la ha probado y funciona.

— Ya, ya, no me digas más.

— He preparado un equipo que te será útil cuando estés allí: brújula, mapas de la época, varios libros tuyos de esos de arquitectura piramidal, una grabadora para que hagas tus anotaciones, una libreta y lápices, un camelbag, gafas de sol, bueno, todo lo que te puede ser útil, y por supuesto, las ropas de la época, compradas en un mercadillo egipcio, con los complementos necesarios para que no te tomen por un esclavo.


No paraba de sentir escalofríos, sofocos, mareos, inquietud. No era capaz de permanecer sentado mucho tiempo, pero tampoco de pie. Lo que me estaba proponiendo Yaser era algo sin precedentes. Podría por fin conocer el sistema usado para hacer las pirámides (y descartar la disparatada teoría de los extraterrestres o las gentes del futuro).


— Dr. Who está preparada, Emilio —Sin pensarlo dos veces acepté la invitación del profesor, que de inmediato me conectó a la máquina y la activó. Poco a poco empecé a sentir un hormigueo en el cuerpo que se acentuaba a la vez que empecé a perder visión, para volver a recuperarla al poco tiempo.


Cesó el hormigueo y a mi alrededor empezó a materializarse el paisaje. La visión que tuve me acongojó; estaba en mitad de un desierto, en el cual la temperatura era devastadora. La plataforma estaba situada entre los arbustos que crecen al pie de las palmeras, en un pequeño oasis.


¡Lo había conseguido! Dios mio. Estaba en ... Egipto. Por fin podría ver esas maravillas creadas por unos seres que ni el mejor ingeniero del siglo XX pudiera ni siquiera soñar con hacer, por fin sabría como consiguieron crear esas maravillas que han perdurado hasta nuestros días.


El Faiyum no existía como tal, sino que era conocida como Shedet, el mayor centro de culto de la zona. Pero las grandes pirámides estaba a unos 80 kilómetros al Nor-este, en Giza. Me uní a una caravana que cruzaba Nubia y en dos días y medio llegaba a Giza.

Estaba impaciente por ver las pirámides, por ver el desarrollo de las obras, por ver toda la multitud de gentes trabajando en la creación de pirámides como la de Keops, construida por el faraón de la cuarta dinastía del Antiguo Egipto, cuyo arquitecto de dicha obra se llamaba Hemiunuo, finalizada alrededor de 2570 a.C, siendo la primera y mayor de las tres grandes pirámides de la Necrópolis de Giza, a las afueras de El Cairo.


Pero... qué raro, no habían pirámides por ningún lado, ¿es posible que haya habido algún error de fechas o de lugar?

Me encontré con una caravana Nubia que al ver mis ornamentos me hicieron una reverencia y me acogieron en su campamento. Después de una cena frugal, con gran dificultad comunicativa conseguí averiguar que estábamos en el Egipto del faraón Ahmose I, el fundador del Imperio nuevo, por lo que aproximadamente estábamos en el año 1500 A.C. Los mapas estelares también lo confirmaban. Dios mío, ¿y las pirámides?, ¡en esta época ya deberían haber sido edificadas!.


Les pregunté con mi pésimo egipcio antiguo aprendido como hobby y a través de dibujos y gestos a aquellas gentes sobre construcciones piramidales. Extrañados se miraban unos a otros y negaban con la cabeza.


Empecé a sentirme mal, ¿como era posible?, ¿estamos equivocados en la datación de las pirámides?

Pasaron los días y las semanas y mi búsqueda de las pirámides era infructuosa. Regresé a la plataforma para volver a mi época, pero no estaba, había desaparecido. Sentí un repentino mareo seguido de vómitos y descomposición. Era mi fin, ¿debería quedarme en Egipto para siempre?, ¿vendría Yaser a buscarme?



-4-


Pasaron varios meses sin que nadie viniera a por mi. Me asenté en Shedet, actual El Faiyum y cada día revisaba el lugar donde tenía que estar la plataforma. Con el tiempo empecé a revisarlo una vez por semana, un par de veces al mes, pero al final desistí de la idea de que me enviaran de nuevo al futuro, mi presente.


Pero lo que realmente me atenazaba era la inexistencia de pirámide alguna en ninguna zona histórica de Egipto. ¿Es posible que no existan las pirámides?! ¿Como llegaron entonces a nuestra época? Muchas de esas pirámides datan del año 4000 A.C.


La tristeza me comía por dentro. ¿Que podía hacer? Desolado y angustiado no me quedó otro remedio que hacer lo que mejor se me daba........ CONSTRUIRLAS.



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