RELATOS PARA NO DORMIR


CARNIVAL


Quedó con aquella chica a la que conoció el sábado pasado.

Era una chica escultural y él aun se preguntaba cómo coño había conseguido ligarse a esa Diosa.

Quedaron para cenar de restaurantes un par de días. Hablaron de todo, de familia, de las hermanas de él, de las mascotas de ella. La cosa iba bien, aquella chica le gustaba mucho y quería algo más, y parecía que ella estaba dispuesta.

Quedaron al siguiente sábado para cenar, esta vez en su casa. Estaba muy nervioso, quería que todo saliera bien. Ese tenia que ser el día en el que diera un paso más y consumara su relación.

Puso su mejor mantel, el de punto de su madre, encendió unas velas y puso música ambiente, Barry White, el "Doctor amor", nada podía salir mal.

Ella llegó, estaba espectacular. Tenia puesto un vestido negro ceñido con transparencias en el escote y la espalda al aire. Las medias de rejilla y los tacones de 12 cm hacían el resto. Él se excitó al verla, pero no quiso que se le notara demasiado el entusiasmo.

La hizo pasar. Una fragancia a vainilla inundó la instancia.

La velada fue progresando de la vergüenza inicial a una velada distendida. Comieron, aunque él comió muy poco, bebieron, rieron y se hicieron fotos. Se dieron todas las señales que él necesitaba: la tenía en el bote.


Se ausentó un rato, momento en que ella aprovechó para retocarse el escote, perfurmarse y chafardear las fotos familiares que había en el mueble. Vio varias chicas jóvenes, hechas en ese mismo comedor, que debían ser sus hermanas.

El regresó con una sonrisa seductora, "ya eres mía, bombón", pensó. Ella se acercó, le cogió de la mano, se acariciaron y se besaron. Ambos estaban muy excitados. Él sacó un pañuelo del bolsillo y le tapó los ojos. Eso la excitó aun más.

Él la condujo hacia su habitación y cerró la puerta. Aquel culazo estaba para comérselo. Empezó a notar una erección.

La sentó en la cama, le dijo que no se quitara aun el pañuelo. Ella reía seductoramente. Al cabo de un rato se le acercó y le quitó el pañuelo.

Se extrañó. La habitación estaba forrada de plástico transparente y él llevaba puesto un delantal. Ella se levantó de la cama. Se fijó en que él llevaba un hacha en las manos y entonces lo entendió.


— Tranquila, solo será un momento.


Dio un hachazo contundente en la cabeza de ella, que apenas tuvo tiempo de abrir la boca para expulsar un grito no nato.

Descuartizó el cadáver. Seleccionó la parte de los glúteos, aquel culazo que tanto lo había excitado, lo cocinó al horno y se lo comió en la misma mesa donde minutos antes cenaban juntos.


Por la mañana imprimiría la foto y la pondría al lado del resto de fotografías de chicas que había encima del mueble.



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