AMALGAMADOS


► BRUJAS


Sucedió en lo que actualmente es una ciudad, pero antaño era una zona del rural, de poquísimos habitantes, pobre y aislada.

Aquella chiquilla siempre iba desnuda. "Un día caerá enferma y no sobrevivirá" decían los lugareños. Lo cierto es que nunca enfermó.

Vivía en la vieja barraca de la vieja Amelía en el bosque, malhumorada para muchos, alguien con quien mejor no enfrentarse para otros, bruja hechicera para todos. Nadie sabía quien era esa niña ni qué hacía viviendo con la bruja, lo que daba pie a todo tipo de especulaciones y teorías inverosímiles, — hija de la bruja y satanás, algún hechizo de transformación de animales, o los más cabales pensando en algún rapto. Nada más lejos de la realidad—, habladurías muy comunes en los incultos y altamente supersticiosos pueblerinos de aquella época, tan lejana ya.


A la niña la veían subida a los árboles, trepando por los muros de separación de lindes o correteando por los caminos. Su bondad hacía que los animales fueran los únicos que no le tenían miedo, y a menudo se la veía acompañada de conejos, pájaros o de algún cervatillo, a quienes la niña llevaba alimentos, y esto aun ensalzaba las más absurdas teorías.

Los demás niños no se acercaban a ella, sus temerosos padres les habían prevenido bien "no te juntes con esa hija de Satanás". Muchos de ellos echaban a correr cuando la veían, otros cesaban su juego para mirarla fijamente, y los que menos, sentían fascinación y tenían ganas de jugar con ella.

Daba igual, ella no necesitaba a nadie, siempre feliz, sonriente, canturreando canciones "herejes" sobre duendes, hadas y elfos, y acompañada de algún perro, gato o cualquier otro animal.


Los designios de la vida hicieron que el destino, caprichoso como él solo, pusiera en aquellas tierras a un sacerdote, encargado de unificar a todos los pueblos de los alrededores bajo su estricta vara de mando y devolver a los díscolos al redil de Dios, de forma voluntaria, o por la fuerza.

Se enteró enseguida de la existencia de la bruja y su 'hija de Satanás', y enseguida movió la maquinaria inquisidora. Hizo traer a un predicador y al arcediano de la región. Mientras el primero predicaba el mensaje "malleus maleficarum" contra la bruja, el sacerdote 'salvaba' las almas de sus parroquianos, y el arcediano ataba todo para que en toda la región surgiera una profunda respuesta de odio al miedo impuesto.

Así pues, cuando fueron a buscar a la bruja y a su hija de Satanás, todo el mundo lo aprobó.


A la niña enseguida la encerraron en un convento, no sin esfuerzo, "aquella hija de Satanás era muy rebelde". A la anciana le hicieron una ordalía (juicio de Dios). Le hicieron coger un hierro ardiendo, y si no se quemaba significaba que era una buena devota de Dios. Ni que decir tiene que se quemó la mano, así que fue sentenciada como bruja y atada a una gran piedra que tiraron a un lago.


Y así fue como en muchos pueblos acabaron con "las brujas", aquellas mujeres que vivían la vida a su manera, fuera de toda regla social o religiosa.




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