VIVENCIAS VIVIDAS


► HISTORIAS DEL METRO


Todos nos estrujamos para llegar a casa lo antes posible. Huele a sudor y a fracaso. Se aproxima la parada de enlace donde nos bajamos casi todos para cambiar de metro. La ansiosa gente toma posiciones pese a faltar bastante tiempo para llegar. Sin darnos cuenta, ante la puerta se agolpan docenas de personas sin rostro, deseosos de abandonar ese vagón, quizás porque no soportan verse reflejados en el resto de los que se agolpan ante las puertas como ellos.


El convoy se detiene y comienza la cuenta atrás. Cual pistoletazo de salida, se abren las puertas y el convoy vomita gente por sus estrechos apeaderos, río de almas con mismo destino.

Se me hace imposible caminar a mi ritmo, empujones, gente cruzándose y algún alma en pena a contracorriente hace que me lo replantee. Me siento a esperar a que el rebaño de borregos haya desaparecido por el pasillo de trasbordo para poder ir a mi ritmo.


Me creo más listo que los demás, más libre, pero no dejo de ser otro borrego sudoroso sin rostro tomando el pasillo de trasbordo, ansioso por llegar a casa.



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