HISTORIAS DE LUCHA OBRERA


Sabotajes



Marcos es de los que le encanta montar follones cuando es necesario (aunque en el fondo no le gusta, le estresa).

En cierta ocasión, tras una serie de despidos masivos y ajustes que sembrarían precariedad, decidieron hacer concentraciones y manifestaciones.


Marcos es de los que juegan a dos bandas, nunca apuesta todo a un solo número, así que a parte de las correspondientes denuncias judiciales, manifestaciones y demás, Marcos sacó su artillería, y para eso iba a necesitar a su escaso grupo de compañeros afines del curro.

Como ninguno de ellos podía entrar a hacer según qué cosas porque ya habían cámaras, uno de ellos llamó a sus sobrinos para que hicieran una faena.

Fueron planta por planta entrando en los lavabos. Desmontaron la tapa de la cisterna, taparon con papel mojado el tubo de sobrante y aflojaron el aforador sin llegar a soltarlo.

El día elegido para el inicio de la serie de manifestaciones que habían decidido en asamblea, mientras Marcos y sus compañeros se desgañitaban coreando los lemas de la concentración delante de la puerta del centro, los sobrinos entraron para soltar todos los aforadores.


De repente el centro empezó a soltar agua por los pasillos de plantas, consultas, almacenes... el sabotaje había funcionado: al no haber aforador que cerrara la salida de agua que llena la cisterna, el agua no paraba de salir, y al estar tapado el tubo de sobrante, el agua no podía salir por ahí, por lo que rebasó la tapa y salió fuera, inundando los lavabos y saliendo hacia afuera por debajo de las puertas.

Mantenimiento no daba a basto, los paladines tampoco, iban todos corriendo de arriba a abajo, mojados, como pollos sin cabeza. Fue muy divertido, aunque para algunos no tanto.

Pero no quedó ahí sólo. A uno del grupo de Marcos se le ocurrió algo que puso en práctica a los pocos días. Le cogió la caja de alfileres a su madre y los alicates de corte a su padre. Pinchó con el alfiler un manojo de cables de una máquina y cortó la cabeza del alfiler. La propia goma del cable ocultaba el trocito de alfiler que quedó dentro. Cuando encendió la máquina daba error. ¡Bingo!. Enseguida informó al grupo del resultado.

Se desplegaron por las mazmorras y la planta baja, y mientras unos vigilaban, otros levantaban el falso techo y pinchaban los cables de red.

Nadie entendía qué pasaba, no había conexión en muchos ordenadores (no todos los pinchazos fueron exitosos). Almacenes, mantenimiento, facturación y atención al cliente se vieron afectados. Los informáticos no pudieron arreglar el desbarajuste y se tuvo que tirar cable de nuevo para poder llevar la red a esas zonas.


Las posteriores reuniones con la Empresa fueron muy animadas. Se acusó a Marcos de estar detrás de los sabotajes. Marcos se hizo el ofendido y acusó a la Empresa de falsas acusaciones y persecución sindical, aduciendo que había sido la Empresa quien había hecho todo eso para poder acusarlo a él como represalia por haber montado las manifestaciones, y que se iba de cabeza a inspección de trabajo a poner demanda.

La Empresa se retractó de inmediato.




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